No son nada saludables para una democracia los últimos acontecimientos que se están viviendo en nuestro país, algunos provocados por la actitud de un presidente que solo parece tener en la cabeza ocurrencias. Cierto que para un político que le ataquen directamente a su familia más directa no es plato de buen gusto. Ahí estamos de acuerdo. Pero también lo es que, respetando la profesión de una cónyuge del presidente del Gobierno, ésta debería alejarse de actividades que puedan comprometer a su esposo. Atacar al periodista o ‘matar al mensajero’ no es el camino. Nuestra democracia tiene resortes jurídicos para defenderse de presuntas difamaciones sin andar incendiando más el clima político.